Si Petrarca tituló su bellísimo Canzoniere como Rerum vulgarium fragmenta (Fragmentos de cosas vulgares), qué podría decir yo de este tan pobre y mal pertrechado poemario. Si alguna virtud tiene, pertenece al ámbito de lo personal. Escribir estos versos ha servido, en mi vida, para encontrar un cierto equilibrio entre la triste realidad y el deseo, los sueños, entre lo que es y lo que podría ser.