MORDAZ, INTENSO, TREPIDANTE, ÁGIL.
UN VIAJE A LO ESENCIAL, AL MINIMALÍSMO, AL MENOS ES MÁS.
Una Oda a la armonía interior, pacificada con el exterior
Un regalo de purificación para cuerpo y alma.
¿Qué mejor momento que este para enfrentarnos a nosotros mismos? Cuando la humanidad está en “shock”. Durante este confinamiento brutal, inhumano en muchos casos, de miedo y culpa, pero a la vez de esperanza y vida. Donde se nos ha puesto contra la espada y la pared, donde no tenemos más remedio que ver nuestra realidad. Aunque hay esperanza, para ahora y para el futuro; la inmensa suerte es que todo dependerá de nuestra mirada.
El protagonista de esta historia queda atrapado en la “olvidada casa familiar”, casi abandonada hoy en día, y que, antaño, fue escenario de sus primeros veranos. En el lugar donde pasaba unos días antes de que le atrapara la inhumana pandemia. Desubicado en un principio ante tanta soledad, y alejado de los suyos, no le queda más remedio que contemplar la forma de vida que hasta entonces llevaba, así como la de la sociedad en la que vivimos, y lo hace de una manera tan brusca y tan brutal como ese inesperado confinamiento se presenta. Eso sí, tratando de no engañarse a sí mismo.
Entre la naturaleza, en una casa decadente y una vida de mínimos, aprende a apreciar aquello que rechazaba antes en la vida, o que quizá, ni tan siquiera, era capaz de ver. Apreciando el valor de lo más básico. Mientras, la naturaleza que le rodea está sorprendida ante el repentino silencio; aunque, sobre todo, ante la desaparición radical de aquellos invasivos “otros animales” (los humanos) que les habían expulsado, de malas maneras, de su habitat natural. De repente: el vacío.
Entre tanto, el protagonista confinado conecta, de vez en cuando, con el mundo exterior a través del diluviano televisor del que dispone o de las redes sociales. Ahí surgirá una voz crítica que, de forma ágil y a través del humor, relatará con la ayuda de diversos pasajes los distintos comportamientos sociales surgidos esos días.
El personaje cada vez va sintiéndose más a gusto en su confinamiento. Se siente capaz de observar aquello que le rodea y también a sí mismo, desde otra perspectiva. En el lugar de sus antepasados, en “Terres del Ebre”, recupera momentos y tradiciones de antaño, reivindicando la autenticidad de lo local; sus tradiciones, su lenguaje, su paisaje, su cultura y, sobre todo, la bondad de sus gentes que antes no era capaz de vislumbrar. Así pues, no le queda más que agradecer, aunque no sin cierto dolor, pues la humanidad sigue sufriendo, el haber vivido este confinamiento en tal inesperado lugar. Así lo expresará, abriéndose a las dudas y sentimientos universales que le van surgiendo en el camino. Plantea potentes cuestiones filosóficas, humanistas y existenciales con frases entendedoras y democráticas para todo público. Escribiendo lo complejo de manera absolutamente plana, sin pedantería. Las grandes preguntas kantianas planean en casi todos sus relatos: ¿qué soy?, ¿ qué debo hacer?, ¿qué siento?, ¿qué hago en el mundo?, ¿qué hacemos con el mundo? Cuestiones éticas y ontológicas explicadas desde lo cotidiano, lo diario, lo comprensible. Hasta la excesiva racionalización del “Cogito Ergo Sum” cartesiano, todo ello a través de una lectura fresca, mordaz, en algunas ocasiones, ágil.
Se trata, pues, de una mirada a sí mismo que a la vez es válida para todos nosotros, en la que a través de una historia personal podrás verte reflejado o reflejada. El autor se abre durante el día a día de su confinamiento, abordando diferentes aspectos de la sociedad en general y de nuestras actuaciones en particular, dejando preguntas en el aire.