Los microrrelatos de este libro nos pueden asustar, nos pueden conmover, pero con total seguridad nos van a sorprender. Nunca son lo que esperamos que sean. No hay manera de quedar indiferentes mientras los estamos leyendo.
La muerte en sus distintas manifestaciones, desde el lugar de la víctima y desde el lugar del victimario, se mezcla con los juegos de palabras y con un profundo deseo de vivir y de atravesar una enfermedad inesperada ayudándose del puente de las palabras para seguir adelante.
Por eso, cuando llegamos al final del libro, deseamos volver a leerlo con otros ojos, más sabios, más compasivos, pero con el mismo ánimo de disfrute que al principio.