Se llamaba Ignacio

¿Hasta dónde pueden el destino de un hombre y el de un país fusionarse? Mientras el país más rico de América Latina ve desmoronarse la democracia que lo enorgulleció por décadas, uno de sus habitantes es testigo de la debacle de su propia existencia. ¿Qué tienen ambos en común? Curiosamente, mucho. Los dos lo tenían todo para ser felices, para prosperar, para proveerles a los suyos tranquilidad y abundancia. Ambos recibieron múltiples advertencias de que estaban tomando el camino equivocado. Ambos las desoyeron con la necedad del enfermo que se cree saludable. Ambos estaban enfermos y, obnubilados por los susurros del autoengaño y de la prepotencia, sucumbieron a los males que se enquistaron en sus almas. Esta es la historia de un flagelo llamado chavismo y la de un hombre… la de un hombre que se llamaba Ignacio.