Los cuentos reunidos en Zoo giran alrededor de esas barreras, esas rejas, eses muros de piedra que nos entierran en vida, que mencionaba Vincent van Gogh en una carta a su hermano Theo. Todos captan el momento de lucidez epifánica en el que sus protagonistas descubren, o creen descubrir, el resquicio por el que escapar de esa prisión del alma en la que están encerrados. Esa vía de escape puede ser la entrega a una causa, una pasión artística, la pasión amorosa, la fantasía o una acción desesperada y delictiva.
Una segunda veta temática refuerza el aire de familia de los relatos: la imposibilidad casi ontológica de los personajes para liberarse de esas barreras, esas rejas, eses muros de piedra que los aprisionan; como dice un filósofo japonés que lee Clara, la protagonista de “Hortus conclusus”, uno de los cuentos de la colección, el yo iluso, ignorante, cegado por la pasión, es la verdadera cara del yo.