Yara desde su infancia ha sido extrovertida y espontánea; con el devenir del tiempo mientras crecía y se formaba se sentía incomprendida por sus afectos trayendo consigo experiencias de vida colmadas de enigmas, dolor, controversias, aciertos y errores muchas desafiantes y desgarradoras que le llevaron a reinventar su “YO”; marcando el impulso desgarrador de cuando la resiliencia nace del propio dolor y sufrimiento evolucionando desde el “SER”.
Sería sencillo asumir que sus vivencias son las mismas que muchas personas a diario. Sin embargo, lo valioso en Yara no es lo que ha vivido, sino cómo intenta comprender sus vivencias por más difíciles o desgarradoras que sean tomando el impulso para resurgir y evolucionar.
Lo que vale la pena de su historia es la evolución interior que alcanza con cada prueba, cada paso, cada experiencia. Yara no solo transcurre por el camino de su existencia, sino que se atreve a cambiar el rumbo de su vida desde el sufrimiento más desgarrador y, a pesar de las consecuencias de sus actos y sus decisiones –sean estas erradas o acertadas–, comprende que hay esperanza.
Lo que resalta en ella es su voluntad de querer revertir y replantearse la reconstrucción de su propio yo a partir de sus vivencias y su voluntad de crecer internamente y tratar de hacer del mundo un lugar mejor.