En La albacea de las epístolas de Caín. Razonamientos dialécticos. Segunda parte, el autor nos hace navegar por diversos ríos, pero también por historias familiares que causan horror y fascinación al mismo tiempo, por reflexiones filosóficas sobre el poder y la felicidad y religiosas como el fideísmo, que ponen en relieve dudas y contradicciones, y por un profundo amor al cine y a la fotografía, como marco contenedor de las distintas tramas.
Pero de todas esas tramas durísimas, en las que a veces sentimos como lectores que nos estamos sumergiendo en un realismo mágico para luego confirmar que no es mágico, surge, luminosa y triunfante, la conclusión a la que llega la protagonista después de atravesar desiertos solitarios y descubrimientos perturbadores: “El problema de encontrar una epifanía es buscarla, había leído que la epifanía debe ser como el amor, algo que se debe dar en el momento menos esperado. Yo no seguí ese consejo, decidí buscarla, porque sabía que hay miles de personas que buscan el amor y lo encuentran. Pero una epifanía se puede dar por pasos como el amor, como me ocurrió”.
Álvaro Martín Navarro define a uno de sus personajes diciendo que era un hombre que siempre tenía más para decir de lo que quizás los otros estuvieran dispuestos a escuchar. Afortunadamente, no es su caso. Todo lo que tiene para decir/escribir es para ser escuchado/leído con atención, con reflexión, con discernimiento y con enorme placer.